El término personalidad, descrito por Allport como una de las palabras más abstractas de nuestro lenguaje, se utiliza de diferentes maneras, desde una forma coloquial hasta la más técnica empleada por los profesionales de la salud mental. Como explica Michael Stone, el origen de la palabra se remonta a los anfiteatros griegos y romanos, en los cuales a los actores les resultaba difícil hacerse oír, por lo que a alguien se le ocurrió colocar un pequeño megáfono tras la abertura de la boca de las máscaras que llevaban por (per-) el cual el sonido (sona) podía ser magnificado. La personalidad, entonces, representaba la intensificación de los rasgos in- dividuales de cualquier carácter que el actor intentaba representar. «Persona» era, de hecho, la palabra latina para máscara, subrayando así lo externo de los aspectos de lo que se entiende ordinariamente por «personalidad». El término griego actual para personalidad prosopikotes, procede del antiguo para «máscara» prosopeion; únicamente esta máscara derivaba de la palabra «cara» (prosopon), es decir, lo que estaba ante (pros) el ojo (ops). De nuevo se enfatiza lo que uno muestra al mundo exterior, aunque la palabra griega lo hacía sobre lo que se ve y la latina sobre lo que se oye.
La definición de trastorno de personalidad (TP) debería partir del conocimiento de la personalidad normal y de cómo están alteradas sus funciones. Sin embargo, las definiciones y caracterizaciones de los TP, no suelen aproximarse de este modo, listando rasgos que se considera que caracterizan un TP pero sin una racionalidad para su selección, un método que, entre otras cuestiones, no sería útil para el tratamiento; es necesario conocer mejor lo que funciona mal para intentar que vuelva a hacerlo adecuadamente. El término personalidad, de acuerdo con los investigadores del tema, se referiría a regularidades y consistencias en conducta y formas de experiencia, características permanentes que normalmente se describen como rasgos y que varían en cada individuo. La personalidad no sería una colección de rasgos, sino que la mayoría de los estudios resaltan la naturaleza integrada y organizada de la personalidad. Así, un objetivo fundamental de la investigación en personalidad es explicar esta coherencia y organización, términos que también son pertinentes para los Trastornos de Personalidad .
Es un tema extendido que, pese al gran impacto que provocan los rasgos disfuncionales de personalidad, hay mucha insatisfacción con la conceptualización y definición actual de los Trastornos de Personalidad en la clasificación psiquiátrica más habitualmente utilizada, el DSM, en su versión actual, según se recordó en los grupos de trabajo formados en 1999 en la DSM-V Research Planning Conference, auspiciada por la American Psychiatric Association y el National Institute of Health americano.
En estas reuniones se destacó el soporte empírico y conceptual para un modelo dimensional alternativo de clasificación, aunque con la necesidad de una cuidadosa valoración, planteándose de hecho que, si se consideraba basar parte o todo el DSM-V en dimensiones más que en categorías, sería conveniente iniciarlo en primer lugar con los Trastornos de la Personalidad y, si este tipo de sistema funcionaba bien, se podría intentar en otros trastornos. Una de las conclusiones fue que un modelo dimensional de clasificación tiene mucho que ofrecer a la hora de mejorar el diagnóstico de un TP, pero una conversión a tal modelo se facilitaría por estudios centrados explícitamente en la identificación de puntos de corte para estas decisiones clínicas].
De acuerdo con Widiger y Simonsen, la mayoría de las escalas de los modelos di- mensionales desarrollados por distintos autores (Cloninger, Clark, Eysenck, Livesley, Millon, Schedler y Westen, Tyrer, Zuckerman, etc.) se podrían integrar bien en cuatro amplios dominios de funcionamiento adaptativo y desadaptativo de personalidad: Disregulación emocional versus Estabilidad emocional, Reserva versus Impulsividad, Extroversión versus Introversión y Antagonismo versus Conformidad. El funcionamiento desadaptativo de estos dominios podría favorecer el consumo de distintas sustancias.
Estos amplios dominios compatibilizarían bien con la investigación existente hasta el momento, que subraya la coocurrencia de la personalidad con otros trastornos mentales, especialmente cuando esta estructura se entiende jerárquicamente. Sobre los cuatro o cinco amplios dominios parecerían encontrarse dos amplios constructos de internalización y externalización, mientras que bajo ellos estarían las facetas más específicas de la estructura de personalidad normal y anormal, que tendría la mayor relevancia clínica directa si bien se señala que se necesita más investigación para definir de forma más precisa cómo integrar la clasificación de otros trastornos mentales con modelos estructurales de personalidad.
FUENTE: Lola Peris y Ariadna Balaguer (Autores). Néstor Szerman (Director). Patología Dual. Protocolos de intervención. Trastornos de personalidad.